Cada vez que vuelvo a mi querida Isla de Chiloé, siento más ganas de quedarme a vivir, dormir y amanecer en ella.
Y es que no puedo más que dejarme encantar una y otra vez por su belleza, el aire que respiro, su olor que conozco y reconozco y la lluvia que la riega. Sus casas, detenidas en el tiempo, me confirman qué es lo que deseo para el resto de mi vida, una vida sencilla, en Paz, cerca de la tierra, cerca del bosque, con una cocina a leña como mayor tesoro y mi taller mirando algún horizonte cargado de nubes y rayos de sol que las iluminen.
El mar y sus aves, las tejuelas envejecidas, todo me encanta... La isla, o algún otro Sur cercano, es el escenario perfecto para que un pintor y su guitarra echen raices, como esos árboles milenarios que aún habitan nuestro Cono Sur, el rincón más bello de este planeta.
El mar y sus aves, las tejuelas envejecidas, todo me encanta... La isla, o algún otro Sur cercano, es el escenario perfecto para que un pintor y su guitarra echen raices, como esos árboles milenarios que aún habitan nuestro Cono Sur, el rincón más bello de este planeta.
